«Les Enfants terribles» para Letraceluloide
Juventud terrible tesoro. Los niños terribles (Les Enfants terribles). Dirección: Jean-Pierre Melville. Francia, 1950. Basada en la novela homónima de Jean Cocteau. Guión: Jean Cocteau. Elenco: Nicole Stéphane, Edouard Dermithe, Renée Cosima, Jacques Bernard, Melvyn Martin, Maria Cyliakus, Jean-Marie Robain, Maurice Revel, Rachel Devirys, Adeline Aucoc, Emile Mathys, Roger Gaillard, Jean Cocteau (narrador en off).
1929. Jean Cocteau trata de salir de ese mundo sombrío y enfermizo en el que lo ha hundido el opio tras la muerte del eternamente joven poeta Raymond Radiguet; mientras, escribe su famoso diario de una desintoxicación. Excepto durante tres semanas, en las que, sintiéndose realmente “curado”, se consagrará a la redacción de su novela más popular: Les enfants terribles. Allí se cuenta la historia de dos hermanos, Paul y Elisabeth, eternamente niños a pesar del tiempo que se niegan a abandonar esa etapa idílica dominada por los instintos animales que los empujan. Estrechamente unidos, en la vida y luego en la muerte, como dos miembros de un mismo cuerpo, el joven de nieve y la sagrada virgen de hierro se encierran en la habitación mágica que comparten. En ella se oculta su tesoro: una colección de objetos inútiles a ojos de los profanos pero preciosos para sus propietarios. En ella también tiene lugar el juego, a través del cual la imaginación les permite negar la severa realidad del mundo de los adultos y donde la muerte aún es mentira. La novela comienza con una escena, la de la guerra de bolas de nieve, que incluiría Cocteau en su ópera prima al año siguiente, La sangre de un poeta (Le Sang d’un poète). La repentina partida de Radiguet significó para el poeta un golpe muy duro; para Paul lo será una bola de nieve que esconde una piedra y que estalle en su pecho, con la consecuente expulsión del colegio del responsable: el terrible Dargelos, el inquietante adolescente que con su belleza y temperamento dominan a su fascinada víctima. Otro envío de Dargelos, una bola negra de veneno, pondrá fin a la historia de los amantes hermanos.
Unos veinte años pasaron para que se concretara su versión fílmica. Muchas ofertas había recibido ya Cocteau para llevar a la pantalla grande esta trágica historia hasta que decidió aceptar la propuesta de Jean-Pierre Melville: su estilo de francotirador lo convertía en la persona indicada para acompañarlo en esta aventura excepcional. Como ya observase François Truffaut, este film podría ser considerado un concierto a cuatro manos, donde el rigor tranquilo del director compense la escritura nerviosa del guionista, dando a luz la mejor película del primero a partir de la mejor novela del segundo. Muchas críticas ha recibido desde entonces. Algunos, menos elogiosos, consideran, desde algún blog madrileño (http://kinomangxulo.wordpress.com/2010/04/14/les-enfants-terribles-los-ninos-terribles/), que la versión fílmica resulta insuficiente para dar cuenta del texto literario del cual parte (pero que tampoco agrada en sí), dando lugar a dos películas al menos: la una, más poética y extravagante (a través de la voz en off del mismo Cocteau); la otra, más neorrealista, popular y gritona (que se expresaría en los gestos exagerados de los actores y en sus parlamentos inverosímiles). Este comentario parece precisamente ignorar que esos diálogos increíbles y esos gestos grandilocuentes ya formaban parte del texto literario que da origen al guión cinematográfico, el que, por momentos, lo reproduce textualmente y que recuerdan al poeta que les dio origen. Algo que también ha recibido críticas poco favorables fue la elección de los actores (incluso lo hace Cocteau respecto de la joven actriz que no logra transmitir primero la fuerza viril de Dargelos y luego la femenina docilidad de Agathe). Que actores adultos interpreten a adolescentes (Dermithe rondaba los veinticinco años y Stéphane tenía dos años más cuando se filmó esta película) puede verlos como un poco ridículos, sobre todo al comienzo del film, cuando Elisabeth debe ser una jovencita histriónica de dieciseis años y Paul, un muchacho de pantalones cortos. En su defensa, se podría decir que el objetivo del film es retratar a dos niños que se niegan a crecer pese a sus envoltorios carnales adultos, que su edad física no refiere a una cuestión cronológica sino artística: si un artista es como un niño que juega y así crea sus obras de arte, Paul y Elisabeth son dos niños/artistas cuyo juego es su gran chef-d’oeuvre.
Los años han pasado. Como ya lo había notado Cocteau, la versión cinematográfica de Melville se ha vuelto inseparable de la novela que le dio origen. Así los rostros de Elisabeth y Paul serán para siempre los de Stéphane y Dermithe y la célebre habitación, la del teatro Pigalle, único estudio al que recurrió una filmación de presupuesto más que limitado pero desbordante de imaginación. Gran amante de las anécdotas, el touche-à-tous más terrible cuenta que, tras la aparición del film, todas las disquerías respondían, cuando alguien solicitaba el concierto para cuatro pianos de Bach incluido en la película, “Ah, usted quiere decir la música de Les enfants terribles”. Tan sólo por este gesto de reconocimiento es que vale la pena asomarse a este pequeño mundo de fantasía.

Deja un comentario

Laura Valeria Cozzo

Licenciada y Profesora en Letras y próximamente en Artes (UBA) y Traductora en Francés (IES en Lenguas Vivas J. R. Fernández). Lee, escribe, traduce.

Let’s connect

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar