La serie de bares cuyo padrino fue Jean Cocteau, El buey sobre el tejano, La gran separación y Los niños terribles, a este respecto, bastante significativa. Los dos primeros son del tipo discoteca, bastante clásico. Los escrúpulos están creados ahí por las búsquedas decorativas o estructurales donde las tinturas de tela encerada negra, los espejos de múltiples reflejos, los juegos de innumerables lamparitas de colores y las combinaciones de discretas compartimentaciones y espacios bastante vastas juegan el rol protagónico.
Más característico es Los niños terribles, el más joven. Aquí la atmósfera «transatlántica» es de honor. Uno se sumerge en una sala larga y blanca, de paredes de zinc glaseado. La orquesta sobre un estrado. Las luces son fuertes, un poco lívidas. El conjunto es espectacular de tan lindo, misterioso y sugestivo. A cierta hora de la noche, con todas las luces encendidas, el metal y el cristal juegan con todos sus reflejos mates, uno creería que la sala se inclina, se levanta, bajo un ritmo lento y algo dramático…
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