El Picasso de las letras

El Picasso de las letras

El llamado al orden de Jean Cocteau (Stock) es otro viaje sentimental. A la manera francesa. Un viaje sobre las ruinas del espíritu burgués. Amargo, el autor fustiga o se divierte, talla de izquierda a derecha. Fragmentos de ideas. Incendio de los sistemas, ruinas y putrefacción. Pero Cocteau es un hábil perfumador. Un sutil ilusionista. Mucho más. Sabe maquillarse de moderno. Sin maquillaje sigue siendo un espíritu brillante y enfermo. Un Picasso de las letras. ¿Sincero? Tal vez. Testigo de cargo sin lugar a dudas. Su obra permanecerá. Ella dice toda una época. Admiramos en ella la obra maestra del cerebralismo objetivo.

Ya lo dije: duda, engaño, ingenio, diletantismo. Repudiamos todo en bloque. Entre el pasado y el futuro, algunos han elegido el presente. Se mantienen ahí en equilibrio inestable. Peligroso, dirán ustedes. ¡Pero no! Más cómodo que elegir. La vida se encargará de ello. Que uno lo quiera o no, una discriminación inevitable se acelera. El drama se precisa. Esta puesta en duda de la que hablaba Peguy. Jean Cocteau la hace sin concluir. Futuristas, dadaistas y surrealistas han incendiado el viejo mundo. Nos quedan las manos vacíos y los cerebros nuevos para construir.

Tras los demoledores vienen los reconstructores. La palita y el martillo reemplazan al pico. Somos de la generación de los bárbaros que reclamaba Ch. L. Philippe. No saludamos más los enterramientos. No frecuentamos los cementerios. No escribimos elogios fúnebres. Queremos ser machos y engendrar. La civilización había confundido los sexos. Es necesario que se desnuden para reconocer a los verdaderos hombres.

Seguridad de puros recomienzos. Frescura de las fuentes límpidas. Retornar a los elementos. Algunos dicen con una sonrisa: a la nada. Puede ser. Porque todo es creación.

Ante todo hay que regresar al orden, la armonía y el ritmo inicial. Todo está ahí. Volverse parte integrante de ese ritmo y crear. Enriquecer el Cosmos del tesoro de nuestro poder creador. Insuflar a las formas creadas el ardor de nuestra fe viva. No hay belleza alguna, ninguna grandeza por fuera de la lógica del ritmo, de la fe en su obra y en su devenir. Nuestros ancestros reventaron de escepticismo. Peor para ellos. Pero que nuestros cadáveres no infecten las habitaciones en las que vivimos. El día que nuestros monumentos conmemorativos nos bloqueen el horizonte, nos tiraremos abajo sin respeto.

Jean Cocteau, el espíritu más refinado de nuestro siglo de refinamiento extremo. Sin duda es de los que un día habrá que matar. No es menos verdadero que el Llamado al orden es una obra de un gran interés y que hay que leer.

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Laura Valeria Cozzo

Licenciada y Profesora en Letras y próximamente en Artes (UBA) y Traductora en Francés (IES en Lenguas Vivas J. R. Fernández). Lee, escribe, traduce.

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